martes, 8 de febrero de 2011

Otro punto de vista sobre la crisis egipcia

Escribe Cristóbal González
Los árabes que venían siendo sometidos por el imperio otomano se revelaron en 1916 con el liderazgo de Shariff Hussein Ben Alí, logrando finalmente su independencia. Y después de 1945 otros países árabes se fueron independizando, por lo menos aparentemente. Lo cierto es que Estados Unidos, que empezaba a ejercer su hegemonía después de la Gran Bretaña, había infiltrado esos movimientos y los había volteado para su lado, al servicio de sus intereses imperiales. Habían cambiado de una dominación a otra.
Ahora se revuelca de nuevo el mundo árabe. En Tunez, en Jordania, en Yemen, en Argelia y otros países, gentes de diversas condiciones se manifiestan en plazas y calles contra las tiranías, por la democracia, la libertad y mejores condiciones de vida. Pero la atención se centra en Egipto durante las últimas semanas.
Con sus 84 millones de habitantes, su posición geoestratégica envidiable para el control del canal de Suez y el paso por este de petróleo, armas y ejércitos, Egipto es una especie de “joya de la corona” para la política exterior norteamericana y su aliado incondicional en el Medio Oriente, el sionismo de Israel. Y Estados Unidos lo ha mantenido durante 30 años bajo su férula, con un gobierno títere que bien ha servido a sus intereses, el de Hosni Mubarak, ahora anciano de 82 años.
Los personajes
Cansado el pueblo egipcio de la miseria y la exclusión a que ha sido sometido, sobre todo con la implementación allí del modelo globalizador neoliberal, viene respondiendo al llamado de un grupo de jóvenes conscientes de su situación histórica: 40% de la población egipcia debe tratar de vivir con dos dólares al día, 85% de los menores de 30 años está sin empleo y el precio de los alimentos se ha incrementado en un 30%. Por eso millones de manifestantes se mantienen firmes en El Cairo y Alejandría y juran que no darán el brazo a torcer hasta que salga Mubarak.
Son jóvenes con estudios y títulos universitarios pero sin empleo, que han logrado atraer para su lucha a segmentos importantes de una clase media educada pero a las puertas del hambre.
Sin embargo, todavía no aparece en el escenario la clase obrera ni el movimiento campesino que lucha por la tierra. Ni algún movimiento laico, fuerte, radical, organizado y listo para tomarse el poder, con clara conciencia sobre las verdaderas causas de la miseria en que está la mayoría de los egipcios. Y es evidente que el gobierno sólo caerá si, además de las manifestaciones, se paraliza la producción.
En el mundo árabe hay algunos liberales burgueses que quieren jugar su papel, pero sin una base social importante. Los más organizados son los islamitas, movimiento variopinto en el que caben desde los radicales como El Talibán, que aplica severamente la Sharia en Afganistán, hasta los más o menos tolerantes que ahora gobiernan en Turquía. Y por la mitad de ese abanico se puede encontrar a los Hermanos Musulmanes, fuertes en Egipto pero aliados y socios de la burguesía consumista feliz con la globalización. Han condenado inclusive las huelgas de los obreros y las actividades campesinas por la recuperación de la tierra. También aparece por ahí El Baradei, más conocido por fuera de Egipto que dentro. Es un “liberal” sin idea del manejo económico y por lo tanto inconsciente de las verdaderas causas de la crisis egipcia. Reclama “elecciones genuinas” y respeto a ley, para frenar arrestos y torturas, pero no más.
En esas condiciones, un total derrumbamiento del régimen de Mubarak llevaría a Egipto al caos, a no ser que obreros organizados, campesinos y algún partido dispuesto a cambiar la situación de raíz, entraran a la palestra. En eso podría tener razón el mismo Mubarak cuando dice querer renunciar pero no estar dispuesto a al país se desbarate. Y podría tener razón el gobierno de Obama, que parece estar dando bandazos.
Ganadores y perdedores
Así las cosas, quién o quiénes ganarían y perderían con el derrocamiento de Mubarak, que parece definido. Lo que no se sabe es cuándo ocurrirá.
Internamente, los ganadores, por ahora, podrían ser los Hermanos Musulmanes, que de haber elecciones verdaderamente libres podrían obtener el 30% de los escaños parlamentarios, pero sin el control total para sus ambiciones. De ganar ellos, el pueblo egipcio no ganaría nada, pues los Hermanos son aliados de la burguesía como ya se dijo y defienden el libre mercado y el proyecto globalizador neoliberal. Las causas de la crisis y por las cuales la gente reclama una vida más digna, seguirían iguales. Tal vez habría algunas reformas cosméticas. En la política exterior sí habría un cambio importante, pues los Hermanos han declarado en ocasiones su apoyo a la causa palestina y su rechazo a los acuerdos del gobierno actual con Israel. Sin embargo, para Estados Unidos los Hermanos son confiables. Los consideran moderados y dispuestos a sostener la estrategia norteamericana y a no oponerse a la expansión sionista en Palestina. Habrá que ver.
También podría resultar ganancioso el ejército, de no haber fuerzas populares definitorias, como hasta ahora. Los militares no han querido intervenir, ni a favor de unos ni de otros. Observadores interpretan esta aparente neutralidad como un esfuerzo por mantener su imagen y entrar a jugar un papel importante en un gobierno de transición, pacífica como la quiere Estados Unidos.
Externamente, hay dos países interesados directamente el crisis: Estados Unidos, desde luego, e Irán, que le disputa la hegemonía a los norteamericanos en el Medio Oriente. También figuran Israel, que de haber cambios radicales en Egipto tendría que poner fin a su política contra los palestinos; Turquía, que se aleja de la orbita USA-Gran Bretaña; Rusia y China, por sus intereses gasíferos y petroleros. Sin embargo, ninguno de estos últimos se ha manifestado.
Una reciente encuesta adelantada entre población árabe por un instituto británico entrega resultados inquietantes para la hegemonía norteamericana: sugiere que apenas un 10% considera un peligro a Irán y un 75% considera que el verdadero peligro lo constituye Estados Unidos y su intromisión en la región.
¿Y Obama?
El gobierno de Obama está entre la espada y la pared. Si sigue apoyando con todo a Mubarak, políticamente, económicamente y militarmente, levantaría en su contra a la casi totalidad del mundo árabe y musulmán. Si no lo apoya, Mubarak se va del todo al suelo -ya está casi caído- y pierde un alfil valioso. Por eso los sionistas de Israel le reclaman su falta de apoyo decido a Mubarak y se manifiestan inquietos por lo que pueda suceder. Y los republicanos se alistan para cobrarle a Obama la pérdida de Túnez, la posible de Egipto y la de otros enclaves en la región.
Obama ha tenido que recurrir a pedir públicamente una transición rápida y no violenta en Egipto y aparentemente exige a Mubarak que entregue el poder. Es decir, que cambien personas pero que el modelo, lo esencial, siga intacto. Hay quienes consideran que Estados Unidos no toleraría la independencia total de los egipcios. Por ahora Obama se la juega porque a Mubarak lo suceda Omar Suleiman, el vicepresidente recién elegido, jefe de la inteligencia militar.
Pero hay indicios de que juega doble. Mientras mantiene esos reclamos para el consumo de los medios, manda a Frank Wisner, vinculado a una prestigiosa oficina de abogados de Nueva York, para que converse con Mubarak. Aparentemente va a negociar la salida del dictador, pero termina apoyándolo públicamente, lo que hace enojar a los dignatarios de la Casa Blanca, porque les ha descubierto el juego. “La continuidad de Mubarak en el liderazgo político de Egipto es fundamental”, dice Wisner. Y es entendible por que la oficina de abogados que lo vincula defiende los intereses de Mubarak en Washington desde hace tiempo.
Muchos saben que Wisner está conectado a la compañía de litigios Patton Boggs, que se enorgullece de su apoyo a las fuerzas armadas egipcias y a la Agencia Egipcia de Desarrollo Económico. ¿Por qué lo enviaron entonces? Parece que para pedirle a Mubarak que se sostenga en el cargo unos meses más, y darle tiempo a la Casa Blanca que diseñe un escenario favorable a sus intereses. Esa presunción la podría apoyar el hecho mismo de que Mubarak no renuncia, como lo haría si Estados Unidos se lo ordenara. Y que él, su gobierno y agencias de inteligencia han estudiado posibles escenarios postcrisis y todos son desfavorables de alguna manera a los intereses de Washington.
¿Qué pasa entre tanto en el mundo? ¿Cuál es el marco de los acontecimientos? El panorama está marcado por la caída de los estándares de vida en las dos terceras partes de la población mundial; por el escandaloso enriquecimiento de un estrato alto relativamente pequeño, cuyas economías son mayores que la de muchos países pobres; por la decadencia de la otrora superpotencia(Estado Unidos). Su poder se erosiona cada vez más, no importa lo que pase con las revueltas árabes. Ni sus amigos están seguros de que deba involucrarse más en los asuntos de la región.
Por su parte Irán, aunque sospechoso por no ser árabe y por ser chiita, es más bien mirado. Ya se mencionó atrás una reciente encuesta en tal sentido. Ha demostrado que a pesar de ser chiita, puede respaldar movimientos no chiitas, siempre que se opongan a los intereses de Israel y Estados Unidos, como lo ha hecho con Hamas.
Finalmente, y no obstante todo lo anterior, hay esperanzas firmes en la claridad y la actitud de las juventudes coaligadas en el movimiento denominado Levantamiento de Jóvenes Airados, que cobija al Movimiento de Protesta del Seis de Abril, a Jóvenes por Justicia y Libertad y al ala joven de los Hermanos Musulmanes, que se niegan a conversar con el gobierno y niegan que en los intentos de trato con el vicepresidente Omar Suleiman ellos estén representados. El movimiento de millones está en plazas, dicen, y no pertenece a nadie. Si alguien quiere conversar, que venga a la plaza Tahrir. Eso recuerda a Lenin que en su momento se refería a la fuerza de los bolcheviques diciendo: “El poder está en las calles”. Con la diferencia grande de que los bolcheviques de 1917 eran un contingente consciente, organizado y listo para la toma del poder.

lunes, 7 de febrero de 2011

EL PUEBLO EGIPCIO, UN EJEMPLO PARA LOS PUEBLOS DEL MUNDO

Escribe Cristóbal González

A los exégetas del neoliberalismo, que aún quedan, les convendría echar una mirada al pasado inmediato de los países árabes cuyos pueblos hoy se levantan exigiendo, sobre todo, mejores condiciones de vida.
Hasta hace poco el modelo neoliberal se aplicó en la región y, como en todas partes donde se ha implentado, no dejó sino alta concentración de riqueza y privilegios en grupos cada vez más reducidos de su población, empobrecimiento cada vez más dramático entre las mayorías y más represión para frenar las manifestaciones de descontento de los pobres.
Por eso, por su posición geoestratégica (desde El Cairo se controla supuestamente el paso de petróleo, armas y ejércitos)y por ser, con Israel, um baluarte precioso para la política exterior norteamericana en el Medio Oriente, el regímen de Mubarak fue consentido de Estados Unidos, incluso de Obama, y de la política genocida contra los palestinos adelantada por el sionismo de Israel.
Egipto es el segundo receptor de ayuda militar y económica norteamericana en el mundo, después de Israel, y a los gobiernos de Washington nunca les preocupó que su gobernante durante los últimos 30 años sea un dictador de la peor calaña. Como nunca le ha importado a la Casa Blanca ningún dictador, siempre que desde su gobierno defienda los intereses de EE.UU y los de las corporaciones trasnacionales, que son finalmente los mismos.
Ahora Obama aparece "exigiendo" una sucesión rápida, democrática y pacífica en Egipto, cuando al principio de su mandato, y con motivo de una conferencia árabe,
se deshacía en elogios para Mubarak. "Mubarak es un hombre bueno. Ha hecho cosas buenas. Mantuvo la estabilidad. Seguiremos apoyándolo. Es nuestro amigo", decía Obama entónces. Sin embargo, en estos días ya no le considera tan bueno.
El actual inquilino de la Casa Blanca sigue el mismo libreto de los anteriores: Apoyan a un dictador cuando conviene a los interesese estadonunidenses, pero cuando lo ven en la cuerda floja hacen como Pilatos y lo dejan colgando de la brocha. Si no es que esgrimen un expediente en su contra con todos los pecadillos que su antiguo aliado ha cometido, y algunos crímenes, para mandarlo a poner preso por sus "marines" como sucedio con Noriega en Panamá. De todo modos, EE.UU maniobra buscando que el remplazo sea otro servidor suyo. Si no logra su próposito, entonces ayuda a derrocar a su antiguo aliado, posando de campeón de la democracia y los derechos de los pueblos.
Los pueblos que se vienen levantado lo hacen entre otras cosas porque los acosa la miseria a que los ha llevado el modelo neoliberal de desarrollo. Así lo manifiestan, al tiempo que piden profundizar la democracia. Una democracia que les permita controlar directamente cualquier política económica y social. Ya lograron la salida de Zine El Abine Ben Ali, de Túnez, sostenido sobre todo por Francia; consiguieron la conformación de un nuevo gobierno en Jordania, a cuya cabeza quedó un militar supuestamente popular; tambien el compromiso del dictador yemení de dejar el poder cuando termine su mandato y la inminente caida de Mubarak.
Destacable el coraje, la determinación y el compromiso de los manifestantes de la plaza del Tahrir en El Cairo. Allí permanecen a pesar del ataque de los paramilitares de Mubarak (Observadores europeos sostienen que son agentes policiales vestidos de civil los que han desatado una ola de violencia contra los manifestantes de la opisición).
Pase lo que pase en Egipto, sus ciudadanos están dando un ejemplo al mundo. La expectativa continúa.