Por Pulgonzo
Los colombianos vivimos de apariencias. Esa parece ser una constante cultural nuestra. Lo acaba de repetir y confirmar la encuesta del Dane cuyos resultados fueron dados a conocer ayer. Según las respuestas de una gran mayoría no nos gusta reconocer que somos pobres.
Aparentamos en cambio tener lo que no tenemos, disfrutar de lo que no disfrutamos. Eructamos pavo aunque no hayamos comido bocado en todo el día porque no hemos tenido con qué. Si nos preguntan cuánto ganamos aumentamos considerablemente el dato. Por ejemplo, si ganamos un millón decimos que ganamos dos.
No perdemos la oportunidad de informarle a cualquiera que los zapatos o la prenda de vestir que estamos estrenando nos costó una suma muy superior a la real, pagada en un comercio popular. Pero tampoco nos gusta decir que compramos en un mercado popular por que "eso es una olla", "eso es pa pobres".
Andamos todo el día con un palillo entre dientes para que crean los demás que hemos acabado de almorzar con una buena porción de carne, cuando ni un café tinto hemos ingerido. A nuestros hijos no los dejamos juntar con los niños pobres de los tugurios de enfrente porque esos son malas compañías y "hasta les robarán sus cositas", dicen las señoras bien. Si algún pobre aprece con algo bonito es que se lo robó. Con razón el refrán nos recuerda que "todo lo del pobre es robado". En cambio, buscando que nuestros hijos tengan las mejores compañías, dejamos de comer por pagar una matrícula y mensualidades altas en colegios de ricos y para ricos. E inflamos el pecho contando que los tenemos en esos planteles, ojalá en el norte y campestres, y no en los del barrio.
Cuantas veces no hemos visto chicas lindas que se levantan o se dejan levantar por algún muchacho con carro y cuando este se ofrece a llevarlas a la casa le dan la dirección de un barrio de estrato cinco o seis siendo que en realidad ellas viven en otro de estrato uno o menos uno. Le piden al muchacho que las deje una cuadra antes dizque para que el papá no las vaya a ver bajarse del carro de un desconocido y hacen maromas para que el don juan de turno se vaya rápido. Cuando este se va, dan la vuelta a la cuadra hasta un paradero cercano de buses que las lleve a su verdadero lugar de habitación.
Debemos hasta los calzoncillos y posamos de propietarios, cuando en el sistema en que vivimos son muy pocos los que realmente tienen lo que dicen tener. Los demás se lo debemos todo al banco, que nos lo quita cuando nos atrasamos una cuota.
Nos tragamos toda cuanta literatura barata existe en que se nos dice que si todos los días nos repetimos que somos ricos, seremos ricos. La pobreza no nos tocará entonces. Y la verdad es que nunca seremos ricos, ni en glóbulos rojos porque la alimentación diaria nos mantiene anémicos.
Tratamos eso sí de lucir bien. Que nos digan "Uy...parece un doctor". Ahora recuerdo al noble caballero al que sirvió Lazarillo de Tormes en su azarosa vida.
El mismo que medio comía algo pero de lo que limosneaba el pobre Lazarillo. Y cuando este no lograba nada con sus trapacerías el caballero se acostaba sin masa en el estómago. Pero eso sí, lucía una hermosa capa de caballero sobre su pantalón remendado en los fundillos. Es que la pobreza no es un crimen pero es muy fea y de mal gusto.
La cruda realidad para los colombianos es que la gran mayoría, más del 50%, somos pobres, aunque creamos lo contrario. Los mismos datos oficiales nos cuentan que crece el desempleo y se advierte que crecerá más como consecuencia de la crisis económica que vive el mundo. En los últimos cinco años la población subsiada subió de 9 millones a 19. Si fuéramos ricos no íbamos a pedir subisidios del gobierno. 310 mil hogares perdieron su casa en los últimos cinco años. No pudieron seguir pagando las cuotas al banco. ¿Esto es riqueza?. No sigamos comiendo cuento, por favor. (Pulgonzo)
jueves, 19 de marzo de 2009
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