martes, 10 de marzo de 2009

Nunca estuvimos blindados

Por Humberto Tobón y Tobón[1]

El discurso oficial nos habló durante meses que la economía colombiana estaba blindada. El tono del discurso era convincente. La gesticulación de los funcionarios generaba confianza. Nos dijeron que la economía seguiría creciendo, que los bancos estaban boyantes, que el agro era muy productivo, que el desempleo estaba controlado, que el comercio exterior presentaba buenas expectativas, que la industria se mantenía altiva, que los inversionistas extranjeros estaban haciendo cola para poner su dinero aquí y que el comercio interno era dinámico. Nada de qué preocuparse.
Los medios de comunicación fueron especialmente receptivos al mensaje oficial y reiteraron, como para que nadie dudara, que nuestra economía estaba blindada. Incluso, se trató de vender la idea de que el blindaje era Reactivo, o sea, con la capacidad de destruir cualquier amenaza externa apenas intentara tocar nuestra realidad. Eso quería decir que la crisis de consumo de los norteamericanos no le generaría ningún rasguño a la industria cafetera, carbonífera y floricultora, y que a pesar del bajonazo del precio del petróleo seguiríamos vendiendo como si nada nuestros productos a los venezolanos.
Algunos hablaron del blindaje como un filme de seguridad, a través del cual podíamos mirar los sucesos externos sin preocuparnos de que ellos nos afectarían, por lo que la quiebra de la industria automotriz gringa y la agonía de los bancos y del sector asegurador, nos pareció un espectáculo lejano.
Pero el blindaje al cual apelaron desde la oficialidad fue el de Nivel RB V. Con él, los efectos de la quiebra financiera, de la crisis bursátil, del desempleo a nivel global y de las políticas proteccionistas que se extendían por todo el mundo, no traspasarían nuestras fronteras y aquí podríamos gozar de un oasis único y disfrutaríamos de los buenos resultados de la política fiscal y monetaria, que se erigirían como ejemplos mundiales y mostrarían cómo un país marginal sí era capaz de mantenerse incólume ante un desastre económico universal. Veríamos en vivo y en directo el desplome de las grandes naciones, mientras acariciaríamos nuestra prosperidad.
Sin embargo, un día cualquiera, el blindaje se rompió. Nuestro casco saltó en pedazos y la proa hizo agua. La embarcación en que nos habían montado ya no estaba protegida. La voz de alerta sobre la crisis la dio el vocero de los industriales, que de esta manera confirmó lo que ya muchos habían empezado a observar a través de las hendijas que se abrían sobre la estructura, pero que el gobierno resanaba de vez en vez.
Los medios, voceros oficiosos del discurso del blindaje, cambiaron el tono, y empezaron a contar que la industria había caído en un 10%; que el comercio estaba lejos de las ventas de años anteriores; que el desempleo había sobrepasado las peores expectativas y podría llegar al 19%; que los floricultores no habían tenido un buen Día de San Valentín; que las automotrices colombianas se habían contagiado de los mismos males que General Motor y Chrysler; que la cartera morosa se había duplicado; que la inflación estaba cediendo porque no había suficientes compradores, o porque los compradores estaban comprando cada vez menos; que la construcción se había frenado y que muchas viviendas, locales y bodegas no se habían podido negociar; que inversionistas internacionales se estaban retirando del mercado nacional; que el IGBC se mantenía a la baja y que las transacciones en Bolsa alcanzaban unas cifras ridículas; que los $55 billones anunciados como Plan de Choque por Planeación se volvieron un “rey burlas”; que la cosecha cafetera bajaría; que los departamentos afectados por las Pirámides se seguirán sumiendo en la pobreza.
En fin, ahora estamos ante un discurso apocalíptico. Que nos muestra que nunca estuvimos blindados. Que somos blanco fácil de los acontecimientos mundiales. Que estaremos afectados por un menor crecimiento económico, con un aumento sustancial del número de pobres y con un paro laboral bastante pronunciado, que hará que perdamos en los próximos dos años gran parte de lo que se había ganado en el pasado reciente. Y que nos demuestra que hubo irresponsabilidad en la orientación de la política económica del país.
[1] Economista y Comunicador Social. Ver su blog en www.humbertotobon.blogspot.com

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