miércoles, 11 de noviembre de 2009

AMERICA DEL SUR ANTE EL FUTURO

Por José Luis Fiori

Después de una década a la izquierda, América del Sur está entrando en una zona de turbulencia. En este final de 2009, el Uruguay puede elegir para presidente de la república, a un hombre del pueblo y ex guerrillero tupamaro, y Chile tal vez elija a un millonario arrogante y de derecha, que recuerda mucho al primer ministro italiano Silvio Berlusconi. En el mismo año en que Bolivia y Ecuador reelegirán gobiernos dispuestos a cambiar radicalmente la estructura del Estado y de la propiedad de sus países, con objetivos socialistas, aunque sin ruptura revolucionaria. En 2010, habrá elecciones en Colombia y en Brasil, y en 2011, en Perú y Argentina. Durante esta primera década del siglo los cambios en el continente fueron apoyados por la expansión económica mundial, que también estimuló el proyecto de integración de América del Sur. Pero la crisis financiera de 2008 provocó una desaceleración del crecimiento y del propio proyecto de integración económica. Y el proyecto de integración política fue alcanzado de lleno por el nuevo acuerdo militar entre Colombia y los Estados Unidos, que autoriza el uso del territorio colombiano por fuerzas militares norteamericanas, desde donde podrán controlar el espacio aéreo de Venezuela y de toda la América del Sur. Por eso, no es exagerado decir que el futuro de América del Sur, en la primera mitad del Siglo XXI, puede estar siendo decidido en estos próximos dos años. Y ya es posible mapear las grandes disyuntivas y opciones que están en el horizonte del continente sudamericano.

En primer lugar, del punto de vista económico, lo que de puede esperar para después de la crisis, es un aumento de la presión de los mercados internacionales y la profundización de la condición periférica y primario-exportadora de la mayoría de los países sudamericanos. Incluso con la ampliación y diversificación de sus mercados compradores, en dirección de Asia, y de China en particular. En esta nueva coyuntura, sólo una voluntad política coherente y continuada podrá mantener en pié el proyecto de integración sudamericano. Esto supone una decisión de Estado y una capacidad colectiva de mantener bajo control los conflictos locales, a pesar de los cambios de gobierno. Y supone también una política conjunta de fortalecimiento del mercado interno de América del Sur, con la reducción de la dependencia nacional de las crisis y de las fluctuaciones de precios internacionales. En este punto, no existe el término medio, porque los países dependientes de la exportación de productos primarios, incluso en el caso del petróleo, nunca conseguirán comandar su propia política macro-económica, y mucho menos todavía, su inserción en la economía mundial.

En segundo lugar, del punto de vista político, la crisis económica explicitó más aún las asimetrías y desigualdades nacionales y sociales que están por atrás de la heterogeneidad política regional y que explican, en parte, la falta de interés o de entusiasmo de algunos países del continente por el proyecto sud americanista. Finalmente, desde el punto de vista de la seguridad continental, el aumento de la presencia militar norteamericana en Colombia sirve para recordar que América del Sur continuará por un buen tiempo – incluso cuando no lo quiera - bajo la “protección” del poder espacial, aéreo y naval de los EE.UU. Y tendrá que tener una enorme persistencia y tenacidad para construir un sistema autónomo de seguridad regional, sin producir una carrera armamentista dentro de la propia región.

De cualquier forma, una cosa es cierta: el futuro del proyecto sudamericano dependerá cada vez más de las opciones brasileñas, y de la forma en que Brasil desarrolle sus relaciones con los Estados Unidos. Del punto de vista económico, la presión de los mercados internacionales y de los nuevos descubrimientos de petróleo en la cuenca del Pre-Sal, también están ofreciendo para Brasil la posibilidad de transformarse en una economía exportadora de alta intensidad, una especie de “periferia de lujo” de las grandes potencias compradoras del mundo, como fueron en su debido tiempo Australia y Argentina, entre otros. Pero existe la posibilidad para Brasil de escoger otro camino que combine su potencial exportador, con una estructura productiva industrial asociada y liderada por una economía más dinámica, como es el caso contemporáneo de Canadá, por ejemplo. Y además de esto, existe una tercera alternativa, absolutamente nueva para el país, y que apunta en cierta forma hacia el modelo de la estructura productiva norteamericana: con una industria extensa y sólida, y una enorme capacidad de producción y exportación de alimentos y otros commodities de alta productividad, incluyendo el petróleo, en el caso brasileño.

Por otro lado, en el campo político, luego de la hegemonía de las ideas neoliberales y privatistas, y del “cosmopolitismo subordinado”, en el campo internacional, se está consolidando en el Brasil un nuevo consenso desarrollista, democrático y popular, pero que en este caso, no tiene nada que ver con el socialismo. Las perspectivas futuras de esta coalición de poder, sin embargo, dependerán en gran medida de la estrategia internacional de los próximos gobiernos brasileños. El Brasil puede transformarse en un “aliado estratégico” de los Estados Unidos, de Gran Bretaña y de Francia, con acceso directo a una parte de su tecnología de punta, como en el caso de Japón, o incluso Israel, que accedió a su tecnología atómica militar con ayuda de Francia. Aunque Brasil también puede escoger un camino propio de afirmación soberana y de expansión de su poder internacional. En este caso, si Brasil quisiera cambiar su posición geopolítica, obedeciendo a las “reglas del juego” del sistema mundial, tendrá que desarrollar un trabajo extremadamente complejo de administración continua de las relaciones de competencia, conflicto y complementariedad con los Estados Unidos y con las demás potencias, tomando como norte sus propios intereses económicos y geopolíticos. En una disputa prolongada por la hegemonía de América del Sur, como si fuese una “lucha oriental” con los Estados Unidos. Caminando a través de una senda muy estrecha durante un tiempo, que puede prolongarse varias décadas.

Más allá de eso, si Brasil quisiera liderar la integración soberana de América del Sur en el mundo, tendrá que inventar una nueva forma de expansión económica y política continental y mundial, sin “destino manifiesto” ni vocación misionaria, y sin el imperialismo bélico de las dos grandes potencia anglo-sajonas.

José Luis Fiori es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

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