viernes, 27 de marzo de 2009

Una solución de telenovela

Por: Francisco Gutiérrez Sanín

Se prepara a toda velocidad la nueva reelección presidencial. Mientras tanto, la opinión queda notificada de dos datos importantes. Primero, Uribe empieza a dar muestras inéditas de vulnerabilidad.

En un reciente sondeo, aunque sigue siendo el favorito en caso de presentarse, ya acapara mucho menos de la mitad de las preferencias. Segundo, la coalición de Gobierno sigue dando tumbos, y su estridente cacofonía en materia de escándalos, enredos e ínfimas triquiñuelas es directamente proporcional a su silencio en los temas cruciales (comenzando por el de cómo manejar la crisis que ya se nos vino encima). Ambos factores están relacionados.

El reciente episodio de antiimperialismo del vicepresidente sigue dando de que hablar, y con razón, pues ilustra las razones por las que se han producido ambas dinámicas. Hay varias aristas del problema que merecen una reflexión detenida. Primero, a Santos —quien es el encargado dentro del Gobierno del tema de los Derechos Humanos— no le indignó el horror de los falsos positivos, sino que un grupo de ONG y líderes demócratas se lo echaran en cara. No tengo más remedio que decir que esto me causa una enorme repugnancia moral. Segundo, emitió unas declaraciones irresponsables, saltándose por la torera la institucionalidad. Tercero, la respuesta a la embarrada fue echarle tierra; quedó en evidencia que, pese a contar con una excelente funcionaria en Washington, el caudillo y sus áulicos no tienen la menor idea de cómo ajustarse a la nueva realidad de un gobierno demócrata. Y cuarto… cuarto… ¡ay!, antes de pasar al cuarto punto me toca hacer una confesión.

Sí. Reincidí. Volví a leer a José Obdulio. Pero tengo justificación. Todavía estaba medio dormido, ojeé las primeras líneas, y cuando vi quién era el autor ya me había dado cuenta de que estaba frente a una joya. El flamante ex asesor, en un salto maravilloso de su imaginación, saca una columna titulada “Si yo fuera asesor”. Y en ella se refiere al tema que vengo tratando. Las tesis que defiende son las siguientes. Primero, que Kerry, quien fuera candidato presidencial, Edward Kennedy y Patrick Leahy forman, conscientemente o no, parte de la estrategia mundial de las Farc. Segundo, que ellos constituyen un “sectorcito” del Partido Demócrata. Kerry, le recordaré al lector, aunque perdió, sacó casi la mitad de los votos en una elección muy reñida. Leahy y Kennedy son pesos pesados de la política gringa. Tercero, que si Estados Unidos “no coopera (con nosotros) será el principal perdedor”. Cuarto y último, que hay que castigarlos con el látigo de la indiferencia. ¡No es broma! “Debemos aplicarles la frialdad e indiferencia y acercarnos más a Europa, China, India y los árabes”. ¿Y por qué no a los turcos?

¡Es para troncharse de la risa! Mejor: sería. Si no fuera porque este sacristán sombrío e inverosímilmente pueblerino en efecto sí fue asesor, tuvo acceso a todas las palancas del poder, y es la voz oficiosa, de hecho el intelectual orgánico (junto con otro personaje de novela, el doctor Ternura), de este Gobierno. Buena parte de los intereses vitales de la nación están en manos de aficionados y autodidactas de la misma índole. ¿Será sensato votar por ellos?

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