sábado, 17 de abril de 2010

AL CARDENAL CASTRILLÓN Y A GOSSAÍN LES APLICARON LA SORDINA

AL CARDENAL CASTRILLÓN Y A GOSSAÍN LES APLICARON LA SORDINA




Por Cristóbal González

A dos ilustres colombianos les aplicaron la sordina esta semana y lo que dijeron, muy importante e interesante, no produjo ningún eco en los medios periodísticos y políticos.

Esperé prudentemente una semana y ninguna reacción importante se produjo, no obstante haber tocado asuntos espinosos con sus declaraciones. Veamos: El domingo hace ocho días el cardenal Castrillón concedió una entrevsita al principal diario colombiano, El Tiempo, en que llama amigos a las Farc y a su comandante Alfonso Cano, dice que los ha recibido en su capilla privada de Roma, que se niega a considerarlos terroristas, que este calificativo es un facilismo, que en Europa mucha gente pensante tampoco los califica asi, que reitera la necesidad de un diálolo gobierno-Farc buscando una salida negociada al conflicto colombiano, que nadie aquí se ha escapado del salpicón del narcotráfico.

Juan Gossaín por su parte editorializó el miércoles en el noticiero de radio RCN manifestando su espanto y rechazo a las revelaciones contenidas en dos páginas del expediente que maneja la Fiscalía sobre el caso de las "chuzadas" del DAS, que no duda en calificar de complot contra nuestra precaria democracia. Destaca las estrategias recomendadas para dañar la imagen de opositores al actual gobierno, la realización de actos terroristas para imputárserlos a los sectores armados de oposición. En fin es un largo listado de acciones de las mismas recomendadas en los manuales de operaciones sicológicas del ejército colombiano, copia del ejército de EE.UU, para desestabilizar gobiernos a veces, para bloquear conversaciones de paz en otras ocasiones, para deslegitimar opositores inclusive de la Iglesia. Gossaín fue vehemente y con razón. Comparto su repudio.

Pero ni lo de Castrillón ni lo de Gossaín mereció comentarios en la misma prensa, ni reacciones de los postulantes al primer cargo de la nación, ni recomendaciones a los reporteros políticos para preguntar a los jefes de los partidos y candidatos su opinión sobre las denuncias, que son mucho más que simples chuzadas como dice Juan y que no pueden atribuirse a la iniciativa de dos o tres detectives. Gossaín clama porque la justicia llegue hasta donde tenga que llegar y castigue a quien le toque, por encumbrado que sea. Y se sabe que ese encumbrado está en la Casa de Nari.

Y eso que ni Juan ni el cardenal ni los medios que publicaron sus comentarios son sospechosos de terroristas o auxiliadores de la guerrilla.

A nuestros periodistas se les olvidó, o nunca aprendieron, que no sólo se miente cuando no se dice la verdad, sino también cuando se dice a medias o se ignoran los hechos.

Ocultar hechos y corromper el lenguaje son armas eficaces para impedir conocer y poder cambiar la realidad injusta y desigual. Antonio Galeote, periodista y profesor español, lo describe lúcidamente: “La contaminación y la corrupción mental empiezan en las palabras. Los terroristas ganan cuando consiguen que les llamen soldados y se llame terroristas a sus víctimas. Los terroristas ganan cuando se llama defensa a la agresión. Las palabras son importantes. Son el primer paso para comprender". Otro español, Paolo Flores D'Arcais, dice: “La aniquilación de la verdad y la de la democracia caminan al mismo ritmo, son dos indicadores recíprocos y convergentes: las libertades públicas y las mentiras políticas circulan de forma inversamente proporcional. La tolerancia con la mentira política es indicador de calidad de la democracia". Y añade Joaquín Estefanía, “el control democrático depende de que los ciudadanos dispongan de información verdadera a tiempo. En ocasiones la estrategia de políticos profesionales consiste en manipular para mantenerse en el poder. Este principio de siglo es testigo de la emergencia de la mentira y la manipulación informativa como armas políticas. La democracia es incompatible con la mentira. El político que miente es enemigo de la democracia, aunque haya sido elegido”.

Pero sigue el mito que se han tragado muchos aquí de que el periodismo colombianos es el mejor.

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