martes, 14 de abril de 2009

Obama y la crisis capitalista: un análisis de clase

De un trabajo detenido y bien documentado, analítico y profundo, de James Petras, uno de los historiadores más lúcidos del mundo actual, extractamos el capítulo referente a las medidas del presidente Obama para enfrentar la crisis financiera y económica que vive su país, con repercusiones dramáticas en todo el mundo. De una manera clara nos explica las circunstancias en que pasó la economía norteamericana a desindustrializarse mientras el capital financiero se fortalecía, terminando luego en una economía de papel. Y considera un error de Obama y los estrategas del capitalismo no fortalecer el consumo con mejores salarios y subsidios al desempleo, para por esta vía fortalecer la producción, en vez de favorecer el capital especulativo y la inversión militar en detrimento de la inversión civil. El texto fue publicado por Red Voltaire ( voltairenet.org).

LOS ERRORES DE LOS ESTRATEGAS CAPITALISTAS
Los programas elaborados por la UE y EEUU, junto a capitalistas de otras regiones, ni siquiera consiguen reconocer las bases estructurales de la depresión.
En primer lugar, Obama ha asignado un billón de dólares a la compra de activos bancarios sin valor y más del 40% de su paquete de estímulo, 787.000 millones, irá a bancos insolventes y desgravaciones fiscales, en vez de ir destinado al sector productivo, y todo ello con el fin de salvar a los propietarios de acciones y bonos, mientras más de 600.000 trabajadores pierden mensualmente sus empleos.
En segundo lugar, el gobierno de Obama destina más de 800.000 millones de dólares a la financiación de las guerras de Iraq y Afganistán, con el fin de sostener la construcción imperial basada en el sector militar. Esto constituye una transferencia masiva de fondos públicos de la economía civil al sector militar, lo que obliga a decenas de miles de jóvenes desempleados a alistarse en el ejército (Boston Globe, 1 de marzo de 2009.)
En tercer lugar, la comisión creada por Obama para supervisar la reestructuración de la industria del automóvil estadounidense ha apoyado los planes de la industria de cerrar docenas de fábricas, eliminar los planes de salud financiados por las empresas en beneficio de sus jubilados y forzar a decenas de miles de trabajadores a aceptar reducciones brutales en atención sanitaria y pensiones. Toda la carga que implica reintegrar la industria del automóvil, de propiedad privada, a la senda de los beneficios, se carga sobre las espaldas de los trabajadores asalariados y retirados y las de los contribuyentes estadounidenses.
En su conjunto, la estrategia económica del gobierno de Obama consiste en salvar a los poseedores de acciones mediante la asignación interminable de billones de dólares en sociedades insolventes y la compra de deuda sin valor y activos fallidos de empresas financieras. Al mismo tiempo, su gobierno evita realizar cualquier tipo de inversión estatal directa en empresas productivas de propiedad estatal, que proporcionarían empleo a los diez millones de trabajadores desempleados. Mientras que el presupuesto de Obama dedica más del 40% a gastos militares y pago de la deuda, uno de cada diez estadounidenses ha perdido de su hogar, el número de ciudadanos sin empleo está llegando a porcentajes de dos cifras y el número de los que reciben bonos de racionamiento (food stamps) para cubrir sus necesidades básicas de alimentación se está incrementando durante 2009 en millones de personas.
El sistema de creación de empleo de Obama canaliza miles de millones hacia las grandes empresas privadas de telecomunicaciones, construcción, medioambientales y de la energía, en las que la mayor parte de los fondos del gobierno va a la gestión mayor y al personal y proporciona beneficios a los titulares de valores, mientras que una menor parte irá a trabajadores asalariados. Por otra parte, la mayor parte de los trabajadores desempleados en los sectores de la manufactura y los servicios no es ni remotamente empleable en los sectores beneficiarios. Solamente una fracción del paquete de estímulo se asignará en 2009.
Su propósito e impacto consistirá en mantener las rentas de las clases dirigentes, financiera e industrial, y aplazar su desaparición, necesaria desde hace tiempo. Su efecto será aumentar las desigualdades socioeconómicas entre la clase gobernante y los trabajadores asalariados. Los incrementos fiscales en las rentas más altas se producirán paulatinamente, pero las deudas masivas resultantes de los déficits fiscales recaen ya sobre las espaldas de los contribuyentes asalariados.
Obama asume con todo entusiasmo y apoyo la construcción militar del imperio, incluso en pleno déficit récord del presupuesto y del comercio y ante una depresión de avance inexorable, lo que lo define como un militarista sin par en historia moderna. A pesar de las promesas en contra, el presupuesto militar para 2009-2010 excede al del gobierno de Bush por lo menos en un 4%. El número de fuerzas militares de EEUU aumentará en centenares de miles.
El número de tropas de EEUU en Iraq seguirá estando cercano a su cifra más alta, y aumentará en decenas de miles las destacadas en Afganistán, por lo menos a lo largo de 2009 (a pesar de las promesas en contra.) Los ataques estadounidenses, por tierra y aire, contra Pakistán han aumentado en proporción geométrica. Los nombramientos de más alto rango en materia de relaciones exteriores que ha realizado el presidente Obama en el Departamento de Estado, el Pentágono, el Tesoro y el Consejo de Seguridad Nacional, especialmente en todo lo que se relacione con Oriente Medio, son sionistas predominantemente militaristas con una larga tradición de defensa de la guerra contra Irán y con lazos estrechos con el alto mando israelí.
En resumen, las principales prioridades del gobierno de Obama son evidentes en su asignación de recursos financieros y materiales, en sus nombramientos de los principales responsables de políticas económicas y exteriores, y en los términos en los que las diferentes clases sociales se benefician o resultan perjudicadas bajo su gobierno. Las políticas del Obama demuestran que su gobierno está totalmente comprometido con la salvación de la clase capitalista y el imperio de EEUU. Para ello, está dispuesto a sacrificar las necesidades inmediatas más básicas, los intereses futuros y el nivel de vida de la gran mayoría de estadounidenses trabajadores y propietarios de viviendas, que son los más directamente afectados por la depresión económica nacional.
Obama ha aumentado el alcance de la construcción del imperio y ha potenciado la posición de poder de los militaristas pro Israel en su gobierno. La recuperación económica de Obama y sus estrategias de escalada militar son financiera y fiscalmente incompatibles; el coste de éstas socava el impacto de aquéllas y deja un agujero tremendo en cualquier esfuerzo para contrarrestar el hundimiento de los servicios sociales, el incremento de las ejecuciones hipotecarias de viviendas, las quiebras empresariales y los despidos masivos.
Las transferencias horizontales de riqueza pública realizadas por el gobierno de Obama en favor de la clase económica dirigente no tienen un efecto de goteo –trickle down– sobre los empleos, el crédito y los servicios sociales. Intentar convertir bancos insolventes en empresas saneadas y capaces de generar crédito es una incongruencia. El dilema central de Obama es cómo crear las condiciones para restaurar la rentabilidad a los sectores fallidos de la economía existente en EEUU.
Su estrategia plantea varios problemas fundamentales:
En primer lugar, la estructura económica de EEUU que en su día generaba empleo, beneficios y crecimiento ya no existe. Se ha desmontado en el curso del desvío de capitales hacia otros países y hacia los instrumentos financieros y otros sectores económicos improductivos.
En segundo lugar, las políticas de estímulo de Obama refuerzan el dominio financiero sobre la economía y canalizan gran cantidad de recursos a este sector en vez de reequilibrar la economía en beneficio del sector productivo. Incluso dentro de este sector productivo, los recursos del Estado van a parar a manos de las élites capitalistas que han demostrado su incapacidad para generar empleo sostenible, estimular la competitividad del mercado e innovar según las preferencias e intereses de los consumidores.
En tercer lugar, la estrategia económica de Obama de recuperación de arriba abajo malgasta la mayor parte de su impacto en subvencionar a capitalistas fallidos en vez de aumentar los ingresos de las rentas de la clase trabajadora, duplicando el salario mínimo y los subsidios de desempleo, que es la única base real para aumentar la demanda y estimular la recuperación económica. Dadas las condiciones de vida decrecientes derivadas de la decadencia del país y la expansión del imperio de base militar, ambas cuestiones enraizadas en el fundamento institucional del Estado, no hay posibilidad de transformación estructural que pueda invertir las políticas de arriba abajo, y absorber las políticas imperiales promovidas por el gobierno de Obama.
La recuperación de la creciente depresión no reside en poner en marcha la máquina de imprimir billones de dólares, que solamente crea condiciones para la hiperinflación y la degradación del dólar. La causa profunda es la sobreacumulación de capital derivada de la sobreexplotación del trabajo, que ha conducido a aumentos de las tasas de beneficio y al hundimiento de la demanda. La vasta disparidad entre la expansión y decadencia del consumo de los trabajadores preparó la escena para la burbuja financiera.
El reequilibrio de la economía significa crear demanda (no de un sector productivo privado completamente postrado o de un sistema financiero insolvente) sino por medio de la propiedad directa del Estado y la inversión a largo plazo y de gran envergadura en la producción de mercancías y servicios sociales. Toda la superestructura especulativa, que creció hasta proporciones enormes cebada por el valor creado por el trabajo, se multiplicó en una miríada de instrumentos de papel divorciados de cualquier valor de uso. Es preciso desmantelar toda la economía de papel para liberar las fuerzas productivas de las trabas y los obstáculos impuestos por los capitalistas improductivos y su entorno.
Es preciso establecer un vasto programa de reciclaje para convertir a los corredores de bolsa en ingenieros y trabajadores productivos. La reconstrucción del mercado interior y la creación y aplicación de innovaciones que aumenten la productividad requieren desmontar masivamente el imperio mundial. Las onerosas e improductivas bases militares, elementos esenciales para la construcción imperial basada en la fuerza militar, deberían ser liquidadas y reemplazadas por redes comerciales en el extranjero, mercados y transacciones económicas vinculadas con los productores que operan lejos de sus mercados interiores.
La inversión de la decadencia nacional requiere el fin del imperio y la construcción de una república socialista democrática. Para desmontar el imperio es fundamental poner fin a las alianzas políticas con los poderes militaristas de otros países, en especial con el estado de Israel, y desarraigar en su totalidad su configuración de poder en nuestro país, que socava los esfuerzos para crear a una sociedad democrática abierta que sirva los intereses de los ciudadanos estadounidenses.

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